lunes, 3 de octubre de 2016

11. Desenterrar un tesoro es más peligroso de lo que parece

-Tenemos que preparar el equipaje, el detector de metales, las palas y los picos... Y hablar primero con un brujo, o un desenterrador de morocotas, o un vidente- le dijo Susi a India apresurándola.
-Ya me entrevisté con un shamán yerbatero que es mi amigo, Rafael Quintero, de El Tocuyo. Me explicó cómo tenemos que prepararnos y lo que tenemos que hacer para desenterrar el oro -respondió India tranquilizando a Susi.
Hay muchas leyendas sobre los entierros de morocotas, como, por ejemplo, que el difunto que lo escondió solo comunica el lugar exacto a la persona escogida por él a través de un sueño. En este caso, mi abuela María Aurora recibió la información para que me la transmitiera a mí al día siguiente, cuando fui a entrevistarla a su casa en Maracay.
También hay otras leyendas que hablan de pactos con el diablo de entregarle un alma o dos a cambio del tesoro. Las hay que dicen que si se apodera del entierro alguien que no es el escogido, muere, o que el oro se vuelve polvo en sus manos. Todas esas historias han sido inventadas, según me contó Rafael, el shamán, para beneficio de los brujos que se adjudican el poder de desenterrar botijas, garantizar así su negocio, y evitar que las personas vayan en su búsqueda sin contratarlos.
Las únicas condiciones para encontrar el tesoro que me dijo Rafael fueron que la persona escogida podía ir acompañada por quienes ella eligiera como ayudantes, y que debían ser personas de buen corazón que no se dejaran llevar por la avaricia. Asimismo, dicha persona tenía que compartir el tesoro con sus ayudantes a partes iguales, y todos debían hacer antes una limpieza espiritual.
-¿Qué tipo de higiene? -preguntó Susi.
-Hay que darse dos baños con infusiones de yerbas que ya me dio Rafael y, el tercero, con siete limones en remojo, que deben arrancarse del árbol sin que nadie te vea diciendo un conjuro.
-¿Y estás segura de que con esa limpieza espiritual quedaremos protegidas de todo mal?
-Susi, tienes demasiados miedos y dudas. Créeme. Será más difícil superar los obstáculos de los vivos que los de los muertos.
-¿Por qué dices eso?
-Bueno, Susi, porque esa hacienda tiene su historia.
-Todas las grandes haciendas la tienen. A ver, cuenta.
-Sí, pero esta es especial. Las escrituras de esta hacienda estaban a nombre de mi abuela María Aurora, pero al emigrar la dejó bajo el cuidado de su medio hermano Pedro Luis, casado con María Aurora de Montalbán, quien se hizo pasar por mi abuela y le firmó una venta ficticia de las cinco mil hectáreas a su hijo José Federico Montalbán, un cantor de música llanera muy famoso. Él es el usurpador y no nos dejará entrar tan fácilmente a la hacienda - dijo India.
-Ahí está lo bueno, que la lucha sea peligrosa, casi a muerte, ya que, en caso contrario, no habría aventura, en fin... sería muy fácil hacernos con el oro. Además, sería una lucha justa, y la recompensa, merecida legalmente.
-Ese señor tiene plata y poder- dijo India con preocupación.
-¡Más problemas! Tendremos que ocultarnos por el día y regresar a trabajar por la noche.
-No es tan sencillo porque el entierro está debajo de tres árboles de naranjo que forman un triángulo equilátero.
-¿Y tú cómo sabes todo eso? -preguntó Susi.
-Porque me lo dijo mi abuela.

-Me parecen demasiado precisas esas señales. Ten en cuenta que los sueños suelen ser bastante difuminados y etéreos.
-El sueño de mi abuela fue exacto y concreto - dijo India muy segura.
-No creo que tu abuela y tú estéis en lo cierto, pero no nos queda más remedio que aceptar los únicos indicios que tenemos. ¿Qué otras referencias hay? -preguntó Susi.
-Solamente los tres naranjos.
-¿Formando un triángulo equilátero perfecto?
-Sí -respondió India.
-¿Cerca de la casa?
-No muy cerca.
-¿A qué distancia exactamente?
-No lo sé.
-¿Cuándo estuviste allí la última vez?
-No he llegado nunca hasta la casa de la hacienda, no me dejaron entrar.
-¿Existen todavía los naranjos? -preguntó Susi.
-¡Qué sé yo! En esas haciendas hay cientos de árboles y mucha rotación en las plantaciones y los cultivos.

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