lunes, 17 de abril de 2017

55. Ambiente de preguerra

Cuando estaban entrando en Santa Ana, las dos mujeres presenciaron horrorizadas los disturbios y las barricadas que se habían levantado en algunas calles. Varios carros ardían y la gente saqueaba las tiendas y supermercados. Las fuerzas policiales, militares y paramilitares disparaban botes de humo, pelotas de goma y agua a presión. De vez en cuando también se oía algún disparo.
Dos cuerpos yacían en el suelo y nadie podía socorrerlos porque se encontraban en medio de los dos bandos. Uno de ellos se movía y pedía ayuda levantando el brazo. El otro tenía la ropa empapada con su propia sangre, que ya había formado una pequeña charca.
Venezuela se encaminaba al abismo, como una frágil canoa que nada puede hacer contra el aumento de la corriente provocado por la grandiosa cascada que ya está cercana. El ruido del agua cayendo por el abismo es aterrador. Suena a dolor y muerte.
India y Susi habían estado tan concentradas en salir de Pastillana del Mar y regresar a la tranquilidad de Santa Ana que no habían revisado las noticias, y les tomó de sorpresa aquel escenario. La única manera de informarse era a través de Internet, pues los noticieros de los canales televisivos y radiales del país tenían prohibido difundir lo que no beneficiara al gobierno.
El taxista que las trasladó desde la estación del tren les contó de las protestas y disturbios, en tanto tomaba varios atajos. Se vieron en la necesidad de bajarse a dos cuadras antes de la casa porque no había paso. Corrieron entre los escombros, la muchedumbre y el humo de los gases lacrimógenos tapándose la nariz con sus franelas, con la cara ardiendo y los ojos llorosos, hasta que llegaron a la casa y se metieron en la ducha para intentar aliviar los efectos. Posteriormente conectaron con Internet y se enteraron en detalle de las manifestaciones de la gente ante la crisis política, social y económica del país que se había agudizado luego de la anulación de las funciones del Parlamento de mayoría opositora que desenmascaró  ante el mundo la falta de separación de poderes y el carácter dictatorial del gobierno. Esto ya se veía venir.
El saldo de la represión eran varios manifestantes muertos, numerosos heridos, locales comerciales y supermercados saqueados, algunas sedes gubernamentales incendiadas, y el recrudecimiento de la escasez de alimentos y medicinas.
India tenía algunas reservas en la alacena. Prepararon comida suficientente. Luego de cenar rápidamente llenaron unos recipientes con agua fresca y comida, y se lo llevaron a los muchachos que estaban protestando cerca.
Ya había oscurecido y de pronto cortaron la energía eléctrica. Solo se veían las llamas de las barricadas encendidas. India y Susi corrieron hasta la casa donde permanecieron en medio de la oscuridad. Estaban muy cansadas por el largo viaje y enseguida se quedaron dormidas con los celulares encendidos.
Paradójicamente, en medio de aquel caos, India despertó al cabo de un par de horas y presintió que algo bueno le iba a ocurrir a corto plazo, al cabo de unas horas o unos días.
Seguían sin luz y veía por la ventana el resplandor de las hogueras hechas con basura y carros. De vez en cuando se sentía alguna explosión y detonación, probablemente provocadas por los depósitos de combustible de los vehículos y las armas de fuego de los paramilitares, policías y militares.
En esas condiciones sería muy difícil organizar el viaje a Brasil en búsqueda de Almir, pero así lo habían decidido las dos mujeres debido a que India estaba mejorando mucho de su enfermedad.
Algunos de sus sueños se estaban cumpliendo. Había dejado el tabaco, estaba progresando positivamente su salud, y el libro que seguía escribiendo avanzaba a buen ritmo. India solía dedicarle un par de horas todos los días, y cuando no podía hacerlo, le daba vueltas al argumento con la cabeza, por eso Susi le reprochaba a veces que estaba en Babia y que no le prestaba atención.
Para redactar no usaba ningún artefacto electrónico moderno, porque decía que prefería emplear métodos sencillos de trabajo y evitar así las complicaciones, los gastos y las pérdidas de tiempo: una libreta y un lápiz, o un bolígrafo.
India escribía en ella y dibujaba. Susi tuvo a veces la tentación de revisarla sin pedirle permiso, aprovechando que dormía o que realizaba alguna tarea. Sentía curiosidad porque vio de refilón algún boceto erótico, casi pornográfico, y esos dibujos le parecían más provocadores que el realismo de la fotografía o la imagen en movimiento.
India no podía dormir. Encendió una vela, buscó la libreta y el lapicero, y retomó la escritura en el punto en el que la había dejado cuando salieron de Santa Ana.
Se trataba de un cuento corto:
"Un hombre sentado en un sillón verde frente a la ventana en su habitación de la segunda planta lee una historia sobre una pareja de amantes. Ella casada, él soltero, joven y guapo, durante un encuentro furtivo en la cabaña anexa a la gran casona familiar. Repasan el plan para asesinar al esposo de la mujer. Ella saldrá de la casa antes de que su amante, escondido en la cabaña anexa a la casa, entre por la puerta principal que estará abierta, subirá las escaleras, abrirá la segunda puerta de la habitación donde se encuentra la víctima que asesinará con el puñal. Y exactamente así ocurrió. El amante empuja la puerta que efectivamente está abierta, sube los escalones, abre la segunda puerta, y ve al hombre sentado en un sillón verde frente a la ventana..."