martes, 11 de octubre de 2016

12. Susi se queda a veces sin argumentos


Susi siempre quiso ayudar a India para que pudiera vencer de una vez por todas su enfermedad. Pero, a veces, se quedaba sin argumentos y se veía obligada a decirle cosas en las que ella no creía.
La angustia y la tristeza que padecía Susi en ocasiones, procedían de un problema que estaba aún sin solucionar, aunque, al paso que iba, tendría que cargar con él el resto de la vida.
El peso de su mochila era proporcional a su incapacidad para comprender una doble coincidencia o casualidad: que existieran este mundo y ella al mismo tiempo.
Susi pensaba que la Tierra era totalmente irrelevante en medio del universo. Y también ella y su amiga. 
Susi no podía llegar a comprender que el milagro de la vida hubiera surgido de la materia inorgánica; no porque ello no fuera posible, sino porque se necesitaban tomar millones y millones de desvíos para acertar el camino correcto que nos lleva a ser lo que somos.
No entendía esta complicada ingeniería universal que al final no serviría para nada, ya que la eternidad acabaría borrando para siempre las huellas de la humanidad, o de cualquier forma de vida parecida.
Tampoco comprendía porqué había sido invitada como un ser vivo provisto de un alto nivel de consciencia sin ser consultada. Obligada a muchas cosas en un mundo en el que no pueden nacer todos en el mismo sitio o en la misma época, allí donde el clima, las creencias o las condiciones de vida son las óptimas.
A Susi la desazonaba el gran complot de la vida: que un ensamblaje colosal se hubiera montado para acabar siendo tod imperfecto. Prefería no ser un ente consciente antes que pasar por este mundo sintiéndose cada vez más ignorante e impotente.
La mujer no comprendía a veces por qué caminar, si nunca se llega a ninguna parte, igual que ocurre en la cinta estática del gimnasio. No entendía que quisiéramos saber o acumular, en un mundo indescifrable e inabarcable por cualquier ser imaginado por los humanos.
Susi no podía digerir que la vida fuera bella y cruel al mismo tiempo, entre otras muchas razones porque todos viven en una esfera redonda, una forma, de entrada, inadecuada para que la totalidad de la gente disfrute el sol que más calienta en invierno.
Susi le ocultaba algunas cosas a India para no hacerle daño, aunque bien sabía que resultaba difícil engañar a una persona tan sensible y culta.
Lo que más le costaba a Susi era convencer a India para que comiera sabiendo que su compañera tenía ganas de vomitar en ese momento. Difícilmente se puede alimentar a una persona cuando no puede ni quiere tragar, a menos que la ates y la obligues igual que se hace con un pato, un capón, o un enfermo en su fase terminal.
Susi la animaba a vivir porque existir es lo  más lógico y normal después de haber nacido. Hay que dejarse llevar y punto. Hemos sido programados para ello y así lo hacemos hasta ahora estadísticamente.
Susi le decía a India que se debía vivir porque no quedaba más remedio. Y que compensaba luchar para intentar encontrar la justicia, la felicidad... o algo más de igualdad. 
La animaba reconociendo que este mundo era imperfecto, pero también, a veces, muy bello, tanto que no debíamos desaprovechar la ocasión que nos han ofrecido para experimentarlo.
No les quedaba más remedio que vivir si querían buscar el tesoro y no hacerle daño al otro ejerciendo la incuestionable y legítima libertad personal.
India debía buscar algo que justificara su existencia, un para qué, un propósito que la convenciera. Desde hacía unos ocho años, había perdido las esperanzas de transformar la realidad y cambiarla por otra mejor para la gente de su país. 
India siempre luchó afanosamente, desde que tuvo uso de razón, por servir a los demás ayudándolos a mejorar su calidad de vida, a erradicar la pobreza y a quitarse el yugo. Pero veía que todos sus esfuerzos eran inútiles, porque ni en su país ni en ningún lugar de este mundo existe la voluntad política de construir una sociedad justa, que nos beneficie a todos por igual, donde prime el amor al prójimo. Eso es una utopía, y siempre lo será.
Buscar el tesoro era una distracción que hacía que India se olvidase momentáneamente de tantas dificultades que axfisiaban su vida cotidiana. Aparte de eso, nada parecía tener sentido para la atormentada mujer. India entendía que Susi se quedara sin argumentos porque ambas compartían la misma manera de ver la realidad.  Seguía dejándose llevar y tratando de no hacerle daño a los que la querían. Por eso, y solo por eso, seguía viviendo.
Los esfuerzos de Susi por invitarla a perseguir sus sueños la ayudaban a mantenerse a flote. Sus conversaciones y su empeño en que dibujara, pintara y escribiera, surtían efecto en la desperanzada India, que veía cómo se deterioraba cada vez más su situación personal en un país totalmente desbocado hacia el precipicio.