sábado, 7 de enero de 2017

41. A vueltas con la existencia


Con lo ocupada que estaba India entre cuidar de Susi y tratar de comunicarse infructuosamente con su abogado, había olvidado comentarle lo del misterioso sujeto que anduvo detrás de ella el día anterior.
-Ayer, cuando salí a la farmacia y a comprar comida, vi a un hombre que me seguía. Luego se colocó en la cola justo detrás de mí, y me abordó. Yo me asusté porque me dio mala espina. Me perseguía, y creo que no traía buenas intenciones -le dijo India a Susi.
-¡Pero mujer! ¿No será que estás nerviosa por andar caminando sola por las calles de Caracas? -le respondió Susi.
-No. Te he dicho que vi a ese hombre siguiéndome por el boulevard. Había algo extraño en él, no era un simple ladrón que vigila a una mujer sola. Creo que se trata de alguien que sabe bien quién soy. Es mi percepción.
-A ver, India, en esta ciudad viven casi seis millones de personas y todas van caminando unas detrás de otras -argumentó Susi, tratando de calmarla-. Si fuera de noche, en una calle solitaria, no habría lugar a dudas; pero a mediodía, en medio de tanta gente, es difícil observar si alguien te sigue o no.
-Bueno, ojalá sea así. Espero que no nos estén siguiendo debido a la fortuna que dejó enterrada mi bisabuelo Isisoro.
-Quédate tranquila, mujer -le dijo Susi-. Por cierto, hoy no te veo muy bien, India.
-No me siento como otros días. Estoy nerviosa. Pero tú ya tienes bastante con tu enfermedad.
-¿Qué te preocupa?
-La existencia, Susi, mi existencia.
-¿Por qué? India.
-Si Dios era la Nada y se transformó en el universo, atravesándose el pecho con la espada del tiempo; como tú me has dicho alguna vez; Dios se ha convertido, entonces, en una mierda de mundo.
-Así es. Ese fue su gran error, construir un universo imperfecto que dio lugar a este mundo tan injusto y feroz.
-Y sin esperanzas de que mejore. Vamos cada vez peor, teniendo en cuenta que la tecnología permite producir a cada punto mucho mejor.
-Quizás existan otras civilizaciones no tan torpes como la nuestra -añadió Susi-. Menos egoístas e insolidarias.
-Nunca lo sabremos.
-Por supuesto que no, India.
-Nos autodestruiremos.
-Ya lo estamos haciendo -añadió Susi.
-Si -afirmó India.
-Dios sabía que en la Tierra habría más pobres que ricos. Y que todos no cabríamos en las tierras de clima benigno, porque hay desiertos abrasadores, estepas frías, hielos estériles...
La aparición del ser humano ha sido un tropiezo de la naturaleza, un callejón sin salida cada vez más pendiente y resbaladizo que nos lleva al precipicio. Nos comemos a los animales, pero también matamos a nuestros iguales. Una de cal y una de arena. Investigamos en el laboratorio, al mismo tiempo, una vacuna y una bomba -comentó Susi.
-¡Qué imperfectos y débiles somos! -dijo India suspirando.
-Tenemos miedo a morir de hambre y por eso acaparamos.
-Si, no pensamos en el otro. Y, además, los que creemos que somos buenos, también estamos en el bando de los malos -destacó India.
-Todos somos insolidarios, unos más que otros. Yo sueño con viajar en vez de ayudar, por ejemplo, en un comedor social. Soy mala por omisión -dijo Susi.
-Yo también. No ayudo a nadie -se autoculpó India.
-¡Pero si a veces apenas puedes ayudarte a ti misma! -dijo Susi-. Por lo menos mientras no sanes del todo.
-Siempre me preocupa la existencia y mi situación.
-Yo tengo solucionada mi situación, pero no encuentro una respuesta a la existencia -dijo Susi.
-Yo tampoco.
-No entiendo por qué hemos evolucionado para ser más conscientes de nuestro dolor. Dios se ha convertido en algo imperfecto, y después se ha lavado las manos.
-Sí. ¡Qué desgracia!
-Yo le llamo Dios, pero no es el mismo que el tuyo.
-Yo creo que sí es el mismo.
-Para mí es lo que explica lo inexplicable. El que hizo el injusto milagro de convertirse en algo bello y feo a la vez, fiero y tierno, casi perfecto y grotesco al mismo tiempo..
A veces tengo miedo de desequilibrarte porque yo soy un perfecto desastre, siempre indagando, interrogando, preocupándome por lo que no tiene cura ni solución -dijo Susi.
-No puedes desequilibrarme porque ya lo estoy -respondió India. 

-Y, tú, ¿logras entender la existencia en este mundo? Si el tiempo es ahora infinito, y casi incontable el número de personas que nacerán y morirán ¿cómo me ha tocado a mí?
-Te ha tocado porque eras nada y te convertiste en algo, respondió India. Apareciste como parte del milagro de la existencia, de ese algo, y volverás a la nada.
-Te seré sincera. Me gusta la vida. Nunca he pensado en quitármela, aunque un día al mediodía me tropecé con esa opción al entrar en un cuarto poco iluminado por la luz exterior. A veces estoy triste. A veces siento cosas bellas. Pero hubiera preferido no haber pasado por aquí... solo para no tener que estar hurgando en búsqueda de una respuesta que no tengo a la existencia. 
-¿Compensa no tener que pasar por aquí para esquivar esa pregunta?
-Sí.
-Y qué me dices de la música, la poesía, las montañas, las caricias, los senderos de los bosques, los amaneceres, la playa, el primer beso... ¿te los perderías?
Pues yo ahora dudo. ¿Cambiarías no venir, por estar ahora con Almir y ser feliz?
-Me haces dudar.
-¿No vendrías aunque supieras que tendrías una vida normal mejor?
-No, porque no se trata de mí sino de la humanidad. La imperfección es de la humanidad. El mundo es demasiado malo. Involucionamos.
-Pero podrías aceptar venir para intentar cambiarlo, o para ayudar a quien sí desea vivir sin tanto dolor o hambre.
-No se puede.
-¿Aceptarías venir solo para ayudar a los demás y despreocuparte de tu yo, de tu estómago, y de tu sexo?  Me olvidaba de que precisamente eso intentaste en esta vida antes de quererle ponerle tú el punto final.
-Sí.
-Y por eso estás como estás...
-Sí.
-¿Cómo ves mis manchas? ¿Crees que estoy curando?
-Ya están desapareciendo. Has mejorado, Susi.
-¿Nos podemos ir mañana?
-Creo que sí. Haré las gestiones para alquilar un carro -concluyó India al tiempo que apagaba la luz de la habitación.