viernes, 4 de noviembre de 2016

16. Si hubiera despertado Isabel aquella noche en la cama...




-¿Qué edad tenía tu amiga? -preguntó Susi a India desde el otro lado del inmenso océano.
-Unos 19 o 20. Teníamos casi los mismos años.
-Y, ¿cómo sabías que a ella le gustaban las chicas?
-Porque me lo dijo.
-¿Cómo era? Su cuerpo por afuera y su cabeza por dentro.
-Era muy delgada, cabello castaño claro, blanca, ojos grandes, muy inteligente y con un oído absoluto.
-¿Un oído absoluto?
-Sí. Es un don con el que no todas nacemos. Identificas las notas musicales solo con escucharlas. 

Era honesta y trabajadora. También muy pobre y, además, huérfana.
-Aún sabiendo que era lesbiana, ¿dormías con ella?
-Sí. Era mi mejor amiga en aquellos momentos. La quería mucho.
-Inteligente, huérfana, pobre y con extraordinario oído. Casi nada. ¿Porqué la querías? -preguntó Susi.
-Porque ella era incondicional conmigo. Una persona íntegra.
-Pero no la quisiste probar. Igual que a mí, te gustan más los nabos.
-¿Cuáles nabos? -interrogó India.
-La polla de los hombres. No te vayas a reir. Hablo en serio.
-Está bien, no me reiré... ¡jajaja!
-¿Cómo se llamaba?
-Isabel.
-¿Por dónde anda ahora?
-Regresó a Chile con su novia. Las dos eran de allá.
-¿Conociste a su amiga?
-Sí.

-Le perdiste la pista.
-No. Aunque Isabel se había ido de la isla donde estudiábamos, siempre nos mantuvimos en contacto.
-Se fueron porque en Venezuela la sociedad no veía bien esas cosas, y menos de aquella, ¿verdad, India?
-Así fue, Susi.
-Cometiste un gran error esa noche cuando te atreviste a acariciar uno de sus senos.
-Eso nadie lo puede decir. ¿Cuál error?
-No seguir acariciándola hasta que despertara. Descubrirías cómo es el amor de una mujer.
-Me dio mucho miedo, pero tal vez tengas razón. 

Yo tenía la regla. Fue tan fuerte la reacción a esa caricia que me dio un derrame y al día siguiente tuve que ir al médico. Por eso creo que sentí repulsión, rechazo, una sensación agridulce y muy extraña.
-¿De qué tenías miedo?
-No lo sé. Debía ser la camisa de fuerza que todos tenemos apretándonos las ideas en la cabeza.
-Ibas a descubrir cómo ama una mujer pobre, huérfana, inteligente y con el oído absoluto que has dicho.
¿Hablaste con ella?
-No, Susi, nunca le dije nada. Ni se enteró de lo sucedido.
-¿Le gustabas a Isabel?
-¿Yo? No. Nunca me dijo nada. Ni siquiera lo sospeché. Menudas cosas tienes.
-¿Por qué dormíais juntas en la isla?
-Susi, esto parece un interrogatorio. Porque ella se quedaba a estudiar conmigo donde yo vivía. No podía pagar el alquiler.
-Dijiste en una isla.
-Claro, mujer, en Perlas. Yo vivía en una habitación del apartamento de otra amiga.
-¿Y solo había una cama?
-Solo.
-¿Te hubiera amado si se hubiera despertado aquella noche?
-¡Y yo qué sé! Tal vez. Yo estaba probando a ver qué pasaba.
-El sentir es cosa de dos. Y tenías que hacerlo mirándole a los ojos, India.
-Pero sentí eso que te conté. Se me aceleró el corazón, me dio miedo.
-¡Qué bueno!
-¿Bueno por qué?
-Porque estabas viva, como un animal en el medio de la selva o la sabana, llena de vida. Descargaste adrenalina.
-Si, seguramente. Y mucha hormona. Debió ser muy fuerte porque tuve un descontrol que me provocó un gran derrame.
-Adrenalina para poder enfrentarte a lo que te ocurriría si ella hubiera abierto los ojos. 
Yo siempre he tenido miedo a tener un orgasmo con una mujer en la cama.
-¿Tú, Susi?
-Sí. Pero tú fuiste mucho más allá. Te atreviste a explorar. Quizás porque eras más inconformista, rebelde y brava que todas tus hermanas.
-Si tú lo dices...
-Yo nunca he tenido la oportunidad de rozarle a una mujer un pecho con los labios o los dedos. Y mucho menos a una mujer que sé a ciencia cierta que le gustan los senos.
-Recuerda que fue pura casualidad, Isabel dormía desnuda.
-¿Casualidad que durmiera desnuda?
-Hacía calor en la isla, no había aire acondicionado, ella era muy dada a desnudarse delante de sus amigas. Nos teníamos confianza.
-¿Sus senos eran bellos?
-Eran muy pequeños. Pero podría decirse que sí -contestó India.
-Pequeños y bellos -repitió Susi.
-Si, duros y muy tiesos. Parecidos a dos limones de piel poco rugosa y muy fina.
-¿Y sus caderas?
-Angostas, era muy delgada. Siempre vestía con ropa de hombre.
-¿Y no te daba cosa verla desnuda sabiendo que era lesbiana y que dormía en tu cama?
-No, Susi, no.
-¿Tú también andabas despelotada por la casa?
-No. Yo era más moderada y cristiana, ¡jajaja! Nunca andaba a escape libre por mucho calor y humedad que hubiera.
-¿Piensas que Isabel te estaba provocando?
-No lo creo. Ella me respetaba.
-Yo nunca he dormido con otra mujer en una cama, exceptuando a mi mamá y a mi hermana. Y por supuesto que me moriría de miedo sabiendo que ella fuera lesbiana. 

En fin, fue una pena que no despertara Isabel y que te coincidiera la regla. ¡Qué pena!
-Si.
-Eso desvirtuó en parte los hechos.
-Es posible. Pero no me sentía "sucia" como muchas mujeres. Todo lo contrario. Para mí la regla es algo muy femenino, lo mismo que para un hombre sería una muestra de virilidad, una "roja eyaculación" sin la cual no hay gestación, afortunadamente, en mi caso, nada dolorosa.
-Pero estabas incómoda. ¿Ella sabía que la tenías?
-Si. Sabía que tenía la regla.
-¿Cómo la controlabas aquella noche? ¿Con un tampón, un paño o una compresa?
-Con una compresa. Aquí, toalla sanitaria.
-Para mí fue un gran misterio el período de mi madre cuando yo era pequeña y, posteriormente, mi primera menstruación. Nunca me dijeron nada sobre la cuestión hasta que llegó el momento. Hoy sigue siendo un tema tabú.
-¿Un gran misterio?
-No lo entendía. Me parecía que mamá estaba herida y no curaba de aquello nunca porque periódicamente se repetía. Y eso que intentaba ocultar los paños.
-Cuando yo tuve mi primera regla me encerré a llorar en el baño porque creía que me estaba muriendo.
-¡Jajaja! ¿Tampoco te lo explicó antes tu mamá?
-No.
-Te seguiré contando, que me estoy escapando por las ramas. Siempre he tenido miedo a que me gustara estar con otra mujer. El mismo miedo que tú sentiste aquella noche. ¿Sabes por qué sentimos ese miedo?
-¿Por qué?
-Porque tenemos pánico a que nos guste lo prohibido y, después, tener que llevarlo a la práctica, y tener que ocultarlo, u ondearlo abiertamente en la sociedad.
-¡Ah! Ya entiendo.
-Si hubiera despertado Isabel cuando, explorando, le tocaste un seno, es muy probable que no estuvieras ahora hablando conmigo. Ni que hubieras intentado suicidarte.
-¡Ah! Eso eso sí es cierto.
-Si hubiera despertado Isabel, te hubiera calmado y tranquilizado, y no te hubiera hecho daño. Todo lo contrario. Te hubiera hablado y preguntado cosas, respetándote, igual que una hermana o una madre. Si era inteligente y te quería, como bien dices, tendría mucho tacto. Antepondría las palabras a los besos y las caricias.
-Seguramente hubiera sido así. Pero quién sabe si habría aceptado mi propuesta tal como la planteé.
-No hiciste ninguna propuesta.
-Estaba implícita, Susi.
-Sí. Tienes razón. Por eso, India, me da pena que Isabel no despertara.
-Así es la vida.
-A mí me hubiera gustado que despertara... si estuviera en tu lugar.
-¿Por qué?
-Porque tendría la oportunidad de experimentar algo nuevo e, incluso, superior al amor que me puede dar un hombre. Podrían haberse dado dos situaciones. Que abriera los ojos, o que no. En este último caso, me abrazaría muy fuerte. Abrir los ojos es, quizás, mucho más bello habiendo suficiente luz en la habitación.
-La había, Susi, la había.
-Entonces fijo que os miraríais sin parpadear. Y eso te relajaría, teniendo en cuenta tu estado fisiológico. 
Tu vida hubiera cambiado a partir de aquel momento. Eso tenlo por seguro. Y creo que para bien.
-Sí, de eso no me cabe la menor duda. En la vida solo me han ocurrido cosas malas, por lo menos en los últimos años.
-Hace mucho le pregunté a una lesbiana si ella se corría cuando estaba con otra mujer.
-¿Y qué te dijo?
-Le hizo mucha gracia. Vino a decirme que yo tenía un concepto del sexo demasiado cuadriculado, producto de la presión de la sociedad. Me contestó que le resultaba mucho más fácil que con un hombre.
-Lógico. Era lesbiana, ¡jajaja!
-¡Jajaja! Buena respuesta. Pero a mí, como mujer, me extrañó mucho. Me extrañó mucho que una mujer pasara de algo tan innato y natural como lo es ser penetrada por el macho.
-Claro, yo también puedo verlo de esa manera porque nunca he estado con otra mujer. Pero el amor de pareja es muy complejo, bueno, todas las relaciones entre las personas, y por tanto no se trata solo de penetrar y ser penetrada.
-Tú lo has dicho, el amor de pareja. Pareja no tiene porqué significar hombre-mujer, o mujer-hombre.
-¿Algún día podremos simular, tú y yo, qué habría pasado si Isabel hubiera despertado?
-Menudas cosas tienes, Susi. Eso es del todo imposible. Creo que no me gustan las mujeres y debo reconocer que no hay nada como la metralleta de Perico, ¡jajaja!, la de mi ex, de quien ya hablamos en otro interrogatorio sexual que me hiciste atada a una silla, ¡jajaja!