jueves, 12 de enero de 2017

44. Sexo en la cueva


India y Susi pasaron la noche bien porque no había llovido.
Lo primero que hicieron después de levantarse, fue ir de nuevo a la fuente para beber.
El caudal del manantial había aumentado un poco, pero esta vez ya no se estiraron boca abajo en el suelo.
India conocía bastante todas las plantas, y buscó rápido un tallo hueco para convertirlo en una caña y poder chupar.
La mayoría de los animales están diseñados para elevar el agua a través de sus largos esófagos. Una muestra de ello es la jirafa. En otros casos, la evolución les ha dotado de eficientes herramientas para sorber, como la  trompa de un elefante.
Pero los humanos se están acostumbrando a beber de pie, y eso provoca cierta atrofia de los músculos implicados en dicha función mecánica. Por eso les resultaba incómodo beber a las dos mujeres en la pequeña fuente que manaba del suelo, a menos que se echaran cuerpo a tierra, como ya lo hicieron la noche anterior, manchándose toda la ropa en la tierra y el barro.
Mientras India buscaba algún fruto en el bosque, Susi volvió a visitar la oquedad en la que se escondieron.
Estaba situada en un alto y solo se podía entrar en ella subiendo por un pequeño terraplén que no era peligroso, pero sí muy fácil de bloquear desde la entrada de la cueva.
Esto le hizo pensar a Susi que el refugio pudo ser aprovechado para vivir en él en otro tiempo. Y así le pareció de nuevo al ver el tipo de entrada que tenía la cueva, escondida entre la vegetación y las lianas que caían de más arriba.
La gruta comenzaba al principio con dos metros de alto y uno de ancho aproximadamente. Pero, después de entrar, Susi apreció que la sala era muy grande y que, incluso, pudo haber sido excavada por la mano del hombre, ya que el terreno parecía compacto y firme, pero de poca densidad.
El suelo era prácticamente plano, y varios esqueletos de animales estaban diseminados por toda la sala, animales enfermos que seguramente vinieron a morir en ella para estar más tranquilos.
La cavidad no tenía otras entradas, pasillos o galerías a diferentes niveles, por eso Susi descartó que fuera una cavidad geológica excavada por el agua.
La linterna que llevaba Susi era poco potente, de ahí que al entrar y realizar la primera inspección, la mujer fuera incapaz de ver las maravillas que habían pintadas en el techo y las paredes de la cueva. Pero cuando se acercó un poco más, se quedó con la boca abierta, estupefacta.
-¡Ohhhhhh! -exclamó Susi-. No me lo puedo creer. Esto que estoy viendo no puede ser real. ¡Qué maravilla! -dijo Susi acercándose más a las imágenes y enfocándolas de muy cerca con la linterna.
Susi tocó las pinturas para poder demostrarse a sí misma que aquello no era una alucinación, y que las coloridas formas estaban pegadas a un soporte físico.
No había imágenes de caza ni de mujeres, pero su cantidad era tan grande que no supo por dónde comenzar.
Aquella caverna -ahora sí podía Susi llamarla así- era una especie de escuela, una gran pizarra con un claro objetivo pedagógico.
Las figuras representadas parecían ser varones jóvenes adoptando diferentes posturas contorsionistas. En todas ellas lograban practicar la autofelación: sentados en el suelo con las piernas estiradas o cruzadas, de espalda sobre cojines vegetales, y en postura fetal.
Otras imágenes correspondían a hombres más adultos que adoptaban las mismas posturas, y en alguna de ellas se podía apreciar el momento en que se producía la eyaculación.
Susi se quedó perpleja cuando fue descubriendo más imágenes que representaban, todas ellas, diferentes maneras de practicar la masturbación, incluida la anal.
En las paredes de la cueva había también figuras claramente zoofílicas, pero en la caverna no aparecía ni una sola mujer representada. Esto le hizo pensar mucho a Susi. ¿Acaso la sociedad de aquellos pintores tenía un porcentaje bajísimo de hembras en su población? ¿Eran las pinturas una expresión del culto al onanismo masculino y las relaciones sexuales con animales mitológicos?
Al fondo de la cueva, enfrente mismo de la entrada, había representada una serpiente multicolor, mucho mayor que cualquier otra figura.
Susi creía que presidía toda la sala, de ahí su papel e importancia.
El reptil era de un tamaño menor al de Ikala, y en lugar de una afilada cuchilla ósea en la punta de la cola, tenía en el mismo lugar un falo.
En la boca no se le veían dientes, aunque sí una lengua que terminada en un anillo cerrado.
Susi comprendió rápidamente qué le podía hacer la serpiente a los hombres con aquella cola, aquella boca y aquella forma de la lengua.
De hecho, lo vio representado en las paredes de la cueva varias veces, y llegó incluso a pensar que la extraña serpiente se alimentaba del semen de los hombres, y los hombres del semen de los reptiles, absorbido por el recto.
-¡Susiiiiiiiiiii! -gritó India desde el exterior.
-Ya voy -contestó Susi.
India no podía imaginar que Susi había encontrado el "Jardín de las Delicias", pintado miles de años antes de que lo hiciera El Bosco.