domingo, 23 de abril de 2017

57. Atrapadas

India y Susi ya tenían los boletos aéreos a Brasil para intentar localizar a Almir. Primero volarían a São Paulo y de allí a Cuiabá del Mato Grosso. Pero el mayor problema estaba en salir de la ciudad y poder entrar en Caracas. Desde Santa Ana a la capital se habían creado varios núcleos rebeldes dentro de los pueblos y ciudades, lugares donde las fuerzas del gobierno no se atrevían a actuar.

Estaban entrando algunas armas por Brasil, Colombia, Guyana y, principalmente, por el paso marítimo de Cuba del Sur, de vital importancia geoestratégica para todo el continente americano.

Panamá, Cuba del Sur, Gibraltar, Suéz y el Bósforo eran los estrechos más importantes del mundo, y Rusia quería asegurarse a toda costa su influencia en todos ellos. EEUU jamás se lo permitiría en Panamá y Gibraltar, por eso Venezuela era el lugar ideal para ello. Poner en riesgo la seguridad en ese lugar implicaría un rodeo hacia el norte y un encarecimiento en el transporte marítimo mundial. China también estaba intentando arraigar en el país caribeño para obtener petróleo barato, pero EEUU no toleraría ningún movimiento extraño en su continente. Había tenido suficiente con el conflicto en Cuba del Sur, aunque fuera programado por las dos potencias únicamente para estudiar las reacciones del resto de las naciones. Mientras tanto, la situación de la población comenzaba a ser insostenible y la comunidad internacional miraba para otro lado para poder así centrarse en los ataques islamistas domésticos.

India y Susi iban en un taxi que habían contratado para que las llevara al aeropuerto de Maiquetía, a unos veinte kilómetros de Caracas. Tomaron la previsión de salir un día antes del vuelo por si se les presentaba algún retraso en el camino. Dormirían en un pequeño hotel cercano al aeropuerto. Luego de salir de Santa Ana, rodaron un hora por la autopista hasta que el taxi tuvo que deternerse en la primera cola. La vía había sido cerrada por los manifestantes con una barricada de cauchos encendidos, basura, troncos y toda clase de objetos. La Guardia Nacional intentaba dispersarlos con balas de goma, bombas de gases lacrimógenos y chorros potentes de agua a presión, sin dar resultado. La gente enfurecida devolvía los cartuchos de gases, y lanzaban piedras y cócteles molotov, mientras gritaban consignas: "Que no, que no, que no me da la gana una dictadura como la cubana", "Maduro, dictador", "Tenemos hambre, queremos votar", "Fuera Maduro, CNE y TSJ". 

Las protestas habían aumentado desde que se hizo evidente la ruptura del hilo constitucional tras una decisión del Tribunal Supremo de Justicia que suprimía las funciones del Parlamento de mayoría opositora elegido por el pueblo dos años antes, y que el Tribunal se las había autoasignado ilegalmente. 

El país estaba al borde de la quiebra por no tener capacidad para hacer frente a los pagos de la deuda con sus acreedores internacionales, lo que solo podían hacer a través de más préstamos que necesitaban el aval de los parlamentarios opositores, quienes se negaban a endeudar más al país sin resolver la ingente corrupción y el desfalco de las reservas monetarias de la nación. 

A todo esto se sumaba la baja de los ingresos petroleros por la caída de los precios, y la disminución a niveles alarmantes en la producción de alimentos y demás bienes básicos de consumo, así como de las importaciones. 

Desde hacía muchos años la economía se basaba en la monoproducción petrolera y esa dependencia hacía muy vulnerable al país, sin que se hubiera hecho nada por invertir en aumentar la producción tanto de petróleo como de otros recursos, en un país con diversos y abundantes recursos naturales, materia prima y potencial para el desarrollo agropecuario, industrial y comercial gracias a su estratégica ubicación geográfica. 

Aunque al presidente electo le quedaba poco menos de dos años de mandato; un año antes, en componenda con el Poder Electoral de mayoría oficialista, y de la decisión amañada de un tribunal, se había suspendido ilegalmente el proceso de referendo revocatorio presidencial establecido en la ley. 

Además, existían otros hechos graves como la negativa del presidente de consignar su comprobante de nacimiento bajo la clara sospecha de que habría nacido en territorio del vecino país colombiano, la declaratoria de abandono del cargo presidencial por parte del Parlamento, la violación sistemática de los derechos humanos por parte de los órganos de seguridad del Estado, entre otras acciones y omisiones que atentaban contra la ley. 

Los manifestantes reclamaban la ruptura del hilo constitucional y la falta de separación de poderes evidenciada, y ejercían presión para que se cumpliera su exigencia legítima a convocar elecciones generales, respeto de las decisiones del Parlamento, liberación de presos políticos, así como la depuración del Tribunal Supremo de Justicia y del organismo electoral antes de las elecciones. 

Sin embargo, el país necesitaría más que eso para salir de la debacle económica, social y politica en que se encontraba inmersa. 

Habían transcurrido casi diecinueve años desde que se había instaurado una política populista disfrazada de socialismo que había impregnado a los estratos más pobres de la población en una cultura de pillaje, mediocridad y corrupción a todo nivel. Haría falta mucha educación y redireccionamiento de la política con mano firme para la reconstrucción de los valores democráticos en la sociedad venezolana, lo que demandaría años de esfuerzo sostenido y voluntad de la sociedad para impulsar los cambios de paradigma.

Una vez transcurridas largas horas detenidas en la autopista a bordo del taxi, India y Susi se vieron obligadas a dar la vuelta a Santa Ana. Era inútil intentar llegar al aeropuerto. El paso estaba cerrado.