viernes, 20 de enero de 2017

47. A oscuras en el túnel helicoidal


-Tengo mucho miedo -dijo India al tiempo que le temblaban las piernas y la mandíbula inferior.
-Agárrate fuerte que estas mulas saben por dónde van -dijo Susi para intentar tranquilizar a India mientras se adentraban en el túnel helicoidal que las llevaría hasta la costa, trescientos metros de altura más abajo.
Efectivamente los animales, a pesar de resbalarse, iban sosegados y seguros. 
Era un antiguo pasadizo en forma de espiral excavado en el interior de la montaña que seguramente se empleaba para transportar oro en los tiempos de la Colonia. Los lugareños lo utilizaban ahora logrando así salvar el desnivel hasta el mar, donde el sendero llegaba hasta un pueblo de pescadores importante ubicado a unos cuantos kilómetros de distancia.
India no solo tenía miedo de caerse de la bestia, sino que le temía a la oscuridad desde pequeña, y en tanto más avanzaban, la claridad de la entrada al túnel se iba desvaneciendo hasta que quedaron completamente a oscuras.
Cuando India era niña debió soportar que su padre la obligara a ella y a sus hermanas a dormir a la misma hora con todas las luces apagadas. En esa época se imaginaba fantasmas que rondaban por la habitación y creía que se le acercaban para hacerle daño. Muchas noches tuvo fuertes pesadillas y se despertaba gritando aterrada en medio de la oscuridad absoluta, sin que nadie se acercara a su lado para tranquilizarla.
-¡Susi! ¡Susi! ¿Estás ahí? -dijo India casi sollozando.
-¡Tranquilízate mujer, que voy justo delante de ti! -respondió Susi.
-¡Es que me da mucho miedo porque esto está muy oscuro y no sé adónde nos lleva!
-No pasa nada. Te hablaré mientras tanto para que te quedes más tranquila.
-¡Sí, por favor! -contestó India agradecida con su amiga.
-Este túnel me recuerda uno de tren construido en Los Pirineos franceses para salvar grandes desniveles. Eso sí, mucho más sofisticado, pero con el mismo principio de ingeniería, y con energía eléctrica; aunque antes existían otros mucho más antiguos sin electricidad en los que los trenes iban alumbrados con lámparas de petróleo.
-No entiendo porqué este no tiene electricidad -dijo India.
-Recuerda que estamos lejos de la ciudad y la zona no debe estar electrificada. Seguro que existen muchos pueblos y caseríos donde todavía no ha llegado la corriente.
-Tienes razón, y además, con las deficiencias del servicio por falta de inversión en el país, dudo mucho que en estas soledades llegue pronto la electricidad. Me imagino que quienes usan el túnel vienen preparados con linternas -comentó India ya más apaciguada.
-¡India, mira, hay una luz! ¿La ves?
-Sí. ¿Será alguien que viene subiendo? -se preguntó Susi asustada temiendo que se trataba de los traficantes de drogas.
Mientras seguían bajando la luz se fue haciendo más intensa, hasta que se dieron cuenta de que se trataba de una vela consumida hasta la mitad en un altar excavado en la pared donde había una imagen de una virgen.
Lo que ellas desconocían era que hacía varios años el techo del túnel había cedido por la humedad mientras pasaban una mujer y su pequeño bebé, falleciendo los dos, y para recordarlos les habían construido ese memorial y colocaron la imagen.
Tardaron dos semanas para poder remover los escombros sacándolos en mulas hasta dar con los cadáveres, y el túnel estuvo intransitable durante casi un mes mientras hacían las reparaciones.
A partir de ese accidente hubo una persona que colocó la imagen de una virgen en el lugar del derumbamiento y se extendió la creencia popular de que la santa protegería a quienes transitaran por allí, por eso encendían una vela cuando llegaban a ese lugar del trayecto.
Era evidente que alguien había pasado hacia abajo antes que Susi e India y había encendido la vela, pues en caso de que hubiera subido se lo habrían cruzado en el sendero.
India le dijo a Susi que tomara la vela para ir alumbrando el túnel mientras llegaban abajo. Susi contestó que eso no se debía hacer, que era un robo y que les daría mala suerte.
Cuando finalmente llegaron a la explanada ya fuera del túnel y miraron hacia atrás, no podían creer lo que veían sus ojos.
Habían bajado desde la cumbre de la montaña luego de atravezar la gran cascada en menos de media hora.
Desde abajo el paisaje era todavía más impresionante. Las montañas, la rugiente cascada, la planicie de la playa, la desembocadura del río y el inmenso mar.
Desmontaron las bestias, les dieron la vuelta, un golpecito en las ancas para que retomaran el camino de regreso, y se dieron un chapuzón desnudas en las cálidas aguas antes de descansar sobre la arena. Luego seguieron a pie por el  sendero que las llevaría al pueblo de pescadores, donde seguramente podrían tomar un autobús.