jueves, 17 de noviembre de 2016

24. El encuentro



Al abrirse la puerta de la casa familiar, Susi apreció que India estaba algo gordita debido a los medicamentos que tomaba para intentar mantener a raya su enfermedad, y descubrió también su oculto carácter alegre y sus bellos rasgos físicos. 
India tiene la esencia del continente en el iris de sus ojos. Y es bajita, pues casi todos los indios de Suramérica en general son de cuerpos no demasiado esbeltos y con amplias caderas las mujeres. Su piel tiene un aspecto aterciopelado que le da un brillo especial a su color moreno, pues sus vellos son muy cortos, casi imperceptibles. Su cabellera es lisa y lacia, muy brillante, de color oscuro.
Aunque India se pone muy nerviosa a veces, su caminar es lento y tranquilo, no exteriorizando ese estado de ánimo. La redondez de su cara la comparte con sus ancestros. India tiene cejas poco pobladas, nariz algo ancha y orejas pequeñas. Su sonrisa es amplia, y muestra una dentadura muy blanca casi perfecta que contrasta con el rosa oscuro de sus labios algo gruesos. Los ojos se entrecierran cuando sonríe y muestra un carácter alegre bajo su aparente tristeza. India tiene una voz melodiosa y un hablar cálido y fuerte, por sus problemas de audición. Los brazos y manos son pequeños, de gestos casi infantiles, como si jugara con ellos mientras habla. Rasgos todos, en general, que pudieron cruzar el Estrecho de Bering antes de asentarse en el continente, aunque esta teoría contrasta con la aislacionista o evolucionista, consistentes en afirmar que los pueblos de América estaban ya en el continente y evolucionaron en el mismo. Para demostrar esto, los investigadores afirman que los cultivos americanos no se dan en otros lugares del mundo.
En cuanto a Susi, su mamá fue adoptada de muy niña. Se llamaba Akira y quedó huérfana tras la muerte repentina de su madre ocasionada por la mordedura de una serpiente.
Recién destetada, el padre yanomamo de Akira la entregó en adopción a una familia española residente en el pueblo donde vivía el padre de Susi, aún niño.
Ambos se conocieron mientras jugaban por las tardes en la ribera del río. Cazaban ranas de vistosos colores, organizaban peleas a muerte entre arañas, saltamontes y alacranes,  o construían pequeñas cabañas con cualquier cosa que encontraran; piedra pizarra, paja, retama...  A veces, acababan prendiéndoles fuego simulando un ataque de una tribu enemiga, o todo lo contrario, las reconstruían tras una fuerte tormenta o las peleas y juergas que los perros organizaban dentro de ellas.
Y, al final, con tanto juego, descubrieron sin querer las partes prohibidas de sus cuerpos, acurrucados en las cabañas mal techadas, intentando evitar las goteras y el frío. Y se casaron.
Fruto de la unión nacieron dos niñas.
Mientras vivió, la madre de Susi nunca sintió demasiada atracción por estudiar o retornar a sus raíces.
Al ser adoptada con tan poca edad, no hubo trauma alguno en su infancia.
Aprendió el idioma en España y fue a la escuela sin ningún tipo de problema, ya que nunca llegó a hablar el dialecto de los yanomamo.
Pero el caso de Susi fue diferente.
Aparte de querer encontrar el loro como India, Susi deseaba conocer todo sobre sus orígenes, y ahora tenía la oportunidad de poder hacerlo en la selva donde nació su madre.
Susi era bastante más alta que India, lo cual se vio claramente al ponerse las dos frente a frente antes de abrazarse. Su cabeza y su cara eran muy extrañas y en ellas se mezclaban caracteres contrapuestos fruto del mestizaje. Susi era rubia y al mismo tiempo tenía rasgos fenotípicos mongoloides. 
India y Susi se abrazaron y lloraron. Y Leo ladró al tiempo que movía el rabo.