martes, 8 de noviembre de 2016

18. La vida de Almir vale más que todo el oro del mundo


-India, ¿y por qué Almir no se quedó en la isla?
-Porque tuve un problema con su hermana y todo se complicó.
-Cuéntame -le pidió Susi.
-Mi hermana Leticia estaba de vacaciones en Perlas con una amiga y decidieron vender a consignación trajes de baño de la tienda de Isaura en la playa. Yo serví de intermediaria en el negocio.
Les iba muy bien y pronto Isaura se puso envidiosa y quiso que su hermana las sustituyera en la venta para que se ganara ese dinero.
Comenzó a tratarme mal poniéndome condiciones casi imposibles de cumplir, como por ejemplo que tenía que rendirle cuentas a diario, y después ya no era a consignación, sino que le pagara la mercancía aunque no la vendiera.
Almir se molestó con Isaura porque a su hermana Triny no le ponía esas condiciones, y vendía en la misma playa haciéndonos la competencia.
Fue todo un problema. Ya no me dejaba entrar al depósito, insinuando que yo robaba la mercancía, y además no podía ir a ver a Almir a la tienda.
A eso se añadía que yo había hablado mucho con Almir acerca de las condiciones injustas de trabajo. Solo los esclavos trabajan sin paga. Ella debía pagarle a Almir todos los salarios que le debía desde hacía meses que trabajaba sin cobrar nada.
Almir estaba molesto por eso también. Hasta que llegó un día en que Isaura decidió arbitrariamente quitarme la mercancía. Almir se fue de su casa y le exigió el pago de todo lo que le debía.
-Eso debió haber sido muy fuerte.
-Si. Isaura hasta me sacó a empujones del negocio mientras Almir le reclamaba que no me maltratara. Nos fuimos juntos de ahí. Y Almir decidió que no quería que su familia supiera nada de él. Ya estaba harto de que Isaura lo hubiera envuelto en un trabajo ilegal en el que no podía reclamar en ningún organismo público, y encima que lo explotara como lo hacía. Solo la vio el día que le entregó el dinero que le debía y el monto del boleto aéreo a Brasil. Él se molestó con toda la familia porque no lo apoyaron.
-¿Y adónde se fue a vivir? -quiso saber Susi.
-Alquiló una habitación en una residencia para turistas en la isla, pero era caro.
Su situación era difícil, solo tenía una visa de turista que le había vencido hacía meses, sin posibilidades de encontrar otro trabajo por estar ilegal, y teniendo que hacer rendir el dinero.
-¿Y tú no podías casarte con él para que obtuviera la visa de residente?
-Yo se lo planteé, pero él dijo que no podía casarse conmigo solo para obtener la visa. Ya te he dicho que él era muy honesto y correcto en su manera de comportarse. No pude convencerlo.
Creo que ambos nacimos en lugares equivocados. Hemos debido nacer en países donde sí se respetan las leyes y donde la gente es más consciente de su ciudadanía. Ambos estábamos cansados de luchar para que se respetaran nuestros derechos y la lucha era infructuosa.
-¿Y cómo fue que se le metió en la cabeza esa idea de irse a buscar oro? -preguntó Susi sin entender.
-En Brasil en esa época había esa fiebre y él pensó que podría irse a hacer fortuna allá.
El día que se fue lloramos juntos. Yo presentía que nunca lo volvería a ver. Le dí las direcciones del apartamento donde yo vivía alquilada y la de la casa de mi familia en Santa Ana por si acaso me mudaba. Fue muy triste la despedida. Éramos dos personas que no cuadrábamos en la idiosincracia latinoamericana.
Nos queríamos mucho, pero las circunstancias nos llevaron por caminos diferentes.
Muchas veces he pensado que si no me hubiera separado de él y estuviéramos juntos, la vida sería distinta.
Viviríamos una vida sin lujos, integrados en la naturaleza, sin tantos adelantos tecnológicos y sin ese afán de lucro que desvirtúa lo que en realidad vale la pena, una vida sencilla, con lo básico, pero con lo más importante que es el amor verdadero. Si tienes eso, no necesitas mucho más para ser feliz.
Por eso es que el mundo está como está. Una locura. La gente antepone el dinero a otros valores más importantes, e incluso el planeta ya no da para más.
Y las personas no terminan de entender que ese sistema de vida está acabando con los recursos. Cada vez hay más miseria y pobreza, y se agotan los recursos. Unos cuantos disfrutan de mucho y muchos no tienen nada qué llevarse a la boca.
Yo no necesitaba el oro que Almir quería darme. Me habría conformado con que estuviera conmigo aquí ahora, y no haber dado su vida por ofrecerme una fortuna.
Aunque a fin de cuentas es posible que siga con vida, porque no tengo pruebas fehacientes de que haya muerto.
Que estuviera con vida vale más que todo el oro del mundo.

17. El príncipe Almir nunca regresó con la visa ni el oro


Almir había llegado desde Río de Janeiro a la Isla Perlas unos meses antes de conocer a India. Nunca se imaginó que encontraría al amor de su vida en ese lugar. Solo vino a trabajar con su hermana Isaura en la tienda de trajes de baño brasileños que ella había establecido ilegalmente en la isla. En el mismo local, el propietario de una tienda de ropa para caballeros -representante legal del permiso de importación- le había alquilado a Isaura un espacio del negocio que regentaba.
En Venezuela se puede comerciar sin permiso del Estado si se sabe a quién sobornar.
Almir pasó de vivir en la granja de su tío Mario, donde se sentía libre e integrado en la naturaleza, a trabajar doce horas encerrado en el depósito del negocio sin poder ver siquiera la luz del sol.
Su hermana no le pagaba ningún salario, solo le daba la casa y la comida, con la promesa de que algún día compartiría una parte de las ganancias con él.
En la tienda también trabajaba ilegalmente otra de sus hermanas y el esposo de Isaura. Ninguno tenía visa de residente para poder trabajar. Solo permisos de turistas. La mercancía la traían de contrabando desde Brasil. Todo eso lo supo India tiempo después.
Cuando India conoció a Almir, en una reunión de brasileños emigrados a la isla, supo enseguida que había conocido al amor de su vida. Nunca la habían flechado de esa manera. Almir también lo supo, por eso al separase
 lo vivió en carne propia. Una vez le escribió a India que de haber sabido que nunca se volverían a ver, habría valorado aun más cada minuto que pasaron juntos.
Almir era el menor de sus diez hermanos. Delgado, moreno, con cabello oscuro muy corto y de contextura atlética. Le gustaba mucho estar en contacto con la naturaleza. Por eso se sentía muy feliz los domingos cuando podían ir a caminar por la playa.
Almir era de carácter apacible y tenía muy claro lo que le gustaba
y lo que no. Su vida giraba en torno a valores altruistas muy distintos a los de su familia, para quienes les valía todo con tal de conseguir dinero y una vida de lujos, de ahí que siempre tuviera incompatibilidades con ellos.
Esos mismos valores los compartía con India. Por eso había tanta afinidad entre los dos.

-Tuve un novio brasileiro. El amor de mi vida -le dijo India a Susi.
-No me has dicho nada de él hasta ahora, India.
-No te he dicho nada porque la cosa acabó mal, y no quiero recordarlo para no sufrir. Fue una persona muy importante para mí, quizás la más importante.
-El amor de tu vida.
-Y yo el de su desgraciada existencia.
-¿Por qué nunca me hablaste de ello, India? Y perdona que lo repita.
-Porque es un capítulo muy doloroso.
-¿Más dolor del que has tenido?
-Sí, al final de nuestra historia.
-Suele ocurrir, India, por desgracia, suele ser así.
-Durante el tiempo que estuvimos juntos fue maravilloso.
-¿Maravilloso?
-Fui la mujer más feliz de este mundo.
-Esa es una frase muy manida.
-Pero es que fue verdad, Susi. Empleo si quieres otras palabras. Me quiso, nunca me engañó...
-¿Por qué fuiste feliz?
-Porque encontré a una buena persona con grandes valores, honesto, fiel, sincero, íntegro... Y me amaba. Pero esas mismas cualidades provocaron nuestra separación, aunque parezca paradójico.
Yo ya iba a graduarme en la universidad, y él no tenía mucho que ofrecerme; no había estudiado, era pobre, dependía de su hermana y, lo peor, lo que lo mató, es que  no disponía de permisos ni papeles.
Estaba trabajando ilegal aquí, en Venezuela. Pero se peleó con su hermana y se marchó a Brasil para tratar de conseguir la visa y buscar oro en las minas. Intentó traerme algo qué ofrecerme. Dijo que volvería en dos años... pero nunca regresó.
Lo esperé tres años. Me enviaba cartas de diferentes sitios de Brasil. Sé gracias a eso que estuvo en unas minas muy famosas donde murieron muchos hombres a cielo abierto. En el Mato Grosso.
Finalmente dejó de enviarme cartas y su otra hermana lo buscó, y supo que lo habían matado en la toma de una explotación. Bueno, eso fue lo que me dijo.
-¡Dios! -exclamó Susi.
-Mi madre era diputada en el Congreso y cuando le conté me dijo que por qué no se lo dije antes de que se fuera, que ella le conseguía la visa. Pero fue tarde. Yo no quería que se fuera, pero él insistía en que no tenía nada que ofrecerme.
Si no se hubiera ido, no estaría aquí conversando contigo, ni me hubiera intentado suicidar... Se me salen las lágrimas.
-¿Qué edad tenías, India?
-Unos 24 años.
-¿Y él?
-Igual que yo. Pero Almir era distinto a su familia, tenía otros valores.
-Otra vez el oro de por medio. El maldito oro que llevan Isidoro, el loro y el tesoro -dijo Susi-. ¿Alguna vez le dijiste que no querías el metal precioso, sino a él? ¿Conservas alguna carta suya?
-Yo no le podía contestar porque no me daba la dirección para que su familia no lo encontrara. Solo echaba las cartas, y yo veía los sellos, y sabía dónde había estado. Conservo algunas en mi biblioteca de la casa de Acarigua. Y unas fotos.
-Lo esperaste y le fuiste fiel.
-Si. Nunca he conocido a alguien igual a él. Tú te pareces, aunque seas mujer.
-¿Y por qué no pensaste en tu madre? -preguntó Susi.
-Porque yo era muy jodida con eso de la honestidad y hubiera sido tráfico de influencias. Además yo poco veía a mi madre. Vivía lejos.
Como ves la vida no ha sido de color de rosas. He derramado ríos de lágrimas y he comprado todos los tickets para el suicidio.
-Has cometido errores que ahora ya no se pueden enmendar. Todos lo hacemos.
-Si, malas decisiones.
-Te tenías que haber marchado con él a Europa, o a donde fuera.
-El problema era que me faltaba muy poco para graduarme.
-Se trataba de una decisión difícil, aunque no para mí - dijo Susi.
-Por esa razón no me fui. Pero ahora soy consciente de que debía haberme marchado con él hasta el fin del mundo.
-Si era una persona buena, a la mierda la graduación. Mira ahora de qué te sirve la carrera.
-Sí, tienes razón -dijo India.
-Eres inteligente y trabajadora. Te hubieras ganado muy bien el pan en Europa, o en cualquier parte.
-Con su apoyo creo que sí, Susi.
-Pero no debes darle vueltas. "Agua pasada no mueve molinos".
-Así es y así lo decía también Almir, nombre que, en varios idiomas, significa "príncipe famoso", o "heredero de un reino".
Dios lo tenga en el cielo -dijo finalmente India.