martes, 8 de noviembre de 2016

17. El príncipe Almir nunca regresó con la visa ni el oro


Almir había llegado desde Río de Janeiro a la Isla Perlas unos meses antes de conocer a India. Nunca se imaginó que encontraría al amor de su vida en ese lugar. Solo vino a trabajar con su hermana Isaura en la tienda de trajes de baño brasileños que ella había establecido ilegalmente en la isla. En el mismo local, el propietario de una tienda de ropa para caballeros -representante legal del permiso de importación- le había alquilado a Isaura un espacio del negocio que regentaba.
En Venezuela se puede comerciar sin permiso del Estado si se sabe a quién sobornar.
Almir pasó de vivir en la granja de su tío Mario, donde se sentía libre e integrado en la naturaleza, a trabajar doce horas encerrado en el depósito del negocio sin poder ver siquiera la luz del sol.
Su hermana no le pagaba ningún salario, solo le daba la casa y la comida, con la promesa de que algún día compartiría una parte de las ganancias con él.
En la tienda también trabajaba ilegalmente otra de sus hermanas y el esposo de Isaura. Ninguno tenía visa de residente para poder trabajar. Solo permisos de turistas. La mercancía la traían de contrabando desde Brasil. Todo eso lo supo India tiempo después.
Cuando India conoció a Almir, en una reunión de brasileños emigrados a la isla, supo enseguida que había conocido al amor de su vida. Nunca la habían flechado de esa manera. Almir también lo supo, por eso al separase
 lo vivió en carne propia. Una vez le escribió a India que de haber sabido que nunca se volverían a ver, habría valorado aun más cada minuto que pasaron juntos.
Almir era el menor de sus diez hermanos. Delgado, moreno, con cabello oscuro muy corto y de contextura atlética. Le gustaba mucho estar en contacto con la naturaleza. Por eso se sentía muy feliz los domingos cuando podían ir a caminar por la playa.
Almir era de carácter apacible y tenía muy claro lo que le gustaba
y lo que no. Su vida giraba en torno a valores altruistas muy distintos a los de su familia, para quienes les valía todo con tal de conseguir dinero y una vida de lujos, de ahí que siempre tuviera incompatibilidades con ellos.
Esos mismos valores los compartía con India. Por eso había tanta afinidad entre los dos.

-Tuve un novio brasileiro. El amor de mi vida -le dijo India a Susi.
-No me has dicho nada de él hasta ahora, India.
-No te he dicho nada porque la cosa acabó mal, y no quiero recordarlo para no sufrir. Fue una persona muy importante para mí, quizás la más importante.
-El amor de tu vida.
-Y yo el de su desgraciada existencia.
-¿Por qué nunca me hablaste de ello, India? Y perdona que lo repita.
-Porque es un capítulo muy doloroso.
-¿Más dolor del que has tenido?
-Sí, al final de nuestra historia.
-Suele ocurrir, India, por desgracia, suele ser así.
-Durante el tiempo que estuvimos juntos fue maravilloso.
-¿Maravilloso?
-Fui la mujer más feliz de este mundo.
-Esa es una frase muy manida.
-Pero es que fue verdad, Susi. Empleo si quieres otras palabras. Me quiso, nunca me engañó...
-¿Por qué fuiste feliz?
-Porque encontré a una buena persona con grandes valores, honesto, fiel, sincero, íntegro... Y me amaba. Pero esas mismas cualidades provocaron nuestra separación, aunque parezca paradójico.
Yo ya iba a graduarme en la universidad, y él no tenía mucho que ofrecerme; no había estudiado, era pobre, dependía de su hermana y, lo peor, lo que lo mató, es que  no disponía de permisos ni papeles.
Estaba trabajando ilegal aquí, en Venezuela. Pero se peleó con su hermana y se marchó a Brasil para tratar de conseguir la visa y buscar oro en las minas. Intentó traerme algo qué ofrecerme. Dijo que volvería en dos años... pero nunca regresó.
Lo esperé tres años. Me enviaba cartas de diferentes sitios de Brasil. Sé gracias a eso que estuvo en unas minas muy famosas donde murieron muchos hombres a cielo abierto. En el Mato Grosso.
Finalmente dejó de enviarme cartas y su otra hermana lo buscó, y supo que lo habían matado en la toma de una explotación. Bueno, eso fue lo que me dijo.
-¡Dios! -exclamó Susi.
-Mi madre era diputada en el Congreso y cuando le conté me dijo que por qué no se lo dije antes de que se fuera, que ella le conseguía la visa. Pero fue tarde. Yo no quería que se fuera, pero él insistía en que no tenía nada que ofrecerme.
Si no se hubiera ido, no estaría aquí conversando contigo, ni me hubiera intentado suicidar... Se me salen las lágrimas.
-¿Qué edad tenías, India?
-Unos 24 años.
-¿Y él?
-Igual que yo. Pero Almir era distinto a su familia, tenía otros valores.
-Otra vez el oro de por medio. El maldito oro que llevan Isidoro, el loro y el tesoro -dijo Susi-. ¿Alguna vez le dijiste que no querías el metal precioso, sino a él? ¿Conservas alguna carta suya?
-Yo no le podía contestar porque no me daba la dirección para que su familia no lo encontrara. Solo echaba las cartas, y yo veía los sellos, y sabía dónde había estado. Conservo algunas en mi biblioteca de la casa de Acarigua. Y unas fotos.
-Lo esperaste y le fuiste fiel.
-Si. Nunca he conocido a alguien igual a él. Tú te pareces, aunque seas mujer.
-¿Y por qué no pensaste en tu madre? -preguntó Susi.
-Porque yo era muy jodida con eso de la honestidad y hubiera sido tráfico de influencias. Además yo poco veía a mi madre. Vivía lejos.
Como ves la vida no ha sido de color de rosas. He derramado ríos de lágrimas y he comprado todos los tickets para el suicidio.
-Has cometido errores que ahora ya no se pueden enmendar. Todos lo hacemos.
-Si, malas decisiones.
-Te tenías que haber marchado con él a Europa, o a donde fuera.
-El problema era que me faltaba muy poco para graduarme.
-Se trataba de una decisión difícil, aunque no para mí - dijo Susi.
-Por esa razón no me fui. Pero ahora soy consciente de que debía haberme marchado con él hasta el fin del mundo.
-Si era una persona buena, a la mierda la graduación. Mira ahora de qué te sirve la carrera.
-Sí, tienes razón -dijo India.
-Eres inteligente y trabajadora. Te hubieras ganado muy bien el pan en Europa, o en cualquier parte.
-Con su apoyo creo que sí, Susi.
-Pero no debes darle vueltas. "Agua pasada no mueve molinos".
-Así es y así lo decía también Almir, nombre que, en varios idiomas, significa "príncipe famoso", o "heredero de un reino".
Dios lo tenga en el cielo -dijo finalmente India.

2 comentarios:

  1. ¡Qué bueno! Nosotros nos sentimos muy satisfechos de que sea así porque significa que vamos por buen camino. Gracias por dejar tu comentario, Gonzalo. Nos anima a seguir adelante.

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