jueves, 20 de octubre de 2016

14. Isidoro se reencarnó en un loro

-Ayer tuve un sueño -le contó Susi a India muy entusiasmada.
-¿Con qué soñaste? -le inquirió India.
-No vayas a creer que soñé dónde estaba el tesoro, no; ya quisiera yo. Lo que vi fue una cosa verdaderamente extraña. Observé de forma muy clara y nítida cómo tu bisabuelo se reencarnaba en un loro.
¿Hace cuánto murió tu bisabuelo? -preguntó Susi.
-Teniendo en cuenta que mi abuela María Aurora tendría hoy 102 años si viviera, y que mi bisabuela emigró cuando mi mamá contaba con siete años, calculo que hace unos 75 años aproximadamente.
-¿Los loros viven mucho tiempo? -preguntó Susi.
-Depende de la especie. En general son muy longevos. El loro gris africano (Psittacus erithacus), también llamado yaco, puede llegar incluso a los 100 años. Pero tú no viste un ave perteneciente a esa familia volando y escapando con el alma de Isidoro, ¿verdad? El yaco tiene el pico negro y la cola roja.

-Lo recuerdo perfectamente, y no era gris, sino multicolor, de tamaño mediano, no tan grande como un guacamayo, aunque sí tan hermoso -dijo Susi.
-Dentro de unas horas, todo mi cuerpo estará frío, menos el centro del cogollo, allí justamente donde a veces sentimos que anida el alma. Loro catarú, llévatela con tus alas antes de que campe a sus anchas el crudo inverno por todo mi cuerpo -así le habló Isidoro al ave, en clave, momentos antes de morir, sin que nadie de los presentes se diera cuenta.
-¿Viste cómo mi bisabuelo Isidoro pasaba de ser humano a loro catarú transfiriendo su alma en la cabecera de la cama? ¡Menudo pájaro! ¡Quería vivir otros 85 años, como mínimo -dijo India.
-Los loros no son pájaros -contestó Susi.
-Lo sé. ¿Puedes asesugurar que mi bisabuelo le llamó "loro catarú" al ave en tu sueño? -preguntó India.
-Esas palabras pronunció antes de donarle el alma. ¿Conoces la especie? -interrogó Susi.
-No, pero tengo un amigo que sí -respondió India-. Se llama Franco y es ornitólogo. Por cierto, ¿para qué queremos saber tantas cosas de esa cotorra?
-No le llames así. El loro Catarú no es una cotorra, ni  un guacamayo, ni una cacatúa, ni un lori, o una amazona; aunque todas esas aves pertenecen a la misma familia.
El loro catarú puede sernos de gran utilidad. Yo creo que resultará más fácil y menos peligroso buscar a Catarú para averiguar dónde está el tesoro. Te lo digo por los perdigones que podemos recibir en el trasero si nos pescan hurgando en la tierra del usurpador para encontrar las morocotas de oro.
-¿Tú crees sinceramente que es mejor buscar a Catarú que escarbar en  las raíces de los limoneros de la hacienda? -preguntó India. ¿Y qué hacemos cuando encontremos a Catarú?
-Si tu abuelo se ha reencarnado en él, ese fue mi sueño, querrá hablar contigo y te dirá cómo encontrar el tesoro.
-Pues entonces manos a la obra -dijo India entusiasmada-.Ya te he dicho que tengo un amigo muy cercano que me enseñó a identificar aves.
-¿También especies raras de humanos reencarnados en loros? -le preguntó Susi.
-No, pero loros sí. Cuando lo conocí justamente estaba trabajando con ese tipo de aves. Podemos invitarlo a buscar a Catarú.
-Pero no le podemos decir para qué lo buscamos -agregó Susi.
-Es necesario que le contemos toda la historia porque ya te he dicho que debemos repartir las morocotas entre todos. Recuerda que esa es una de las condiciones para que los espíritus nos dejen desenterrarlas.
-¡Déjate de pamplinas! ¡ La pasta es la pasta! -le refunfuñó Susi a India algo molesta-. ¿No te das cuenta que así seremos tres a repartir? ¿No es más económico consultar la wikipedia?
-Espera. Deja que revise a ver qué consigo -le dijo India. 

Tras media hora de consulta, India volvió a hablar con Susi.
-Necesitamos llamar a Franco, mi amigo ornitólogo, porque no hay información sobre el loro catarú en la web, y nosotras no sabemos nada de aves. Él es el experto -insistió India.
-Yo no he encontrado nada. Google es muy deficiente. Lo único que he visto es que el loro catarina, también un ave perteneciente a la familia de las psitácidas, tiene la misma raíz que el nuestro -dijo Susi.
-El único que puede saber si el loro catarú existe es Franco -insistió India.

-¿Puedes llamarlo ahora? -preguntó Susi.
-Sí. Lo llamaré. Espera.
-No le des muchas explicaciones  a Franco sobre Catarú.
-Está bien -contestó India.
Luego de unos quince minutos de espera, ya Susi se estaba impacientando cuando le escribió de nuevo India.
-Dijo que sí existe -comentó India.

El loro Catarú que estamos buscando es un macho más grande que el  loro catarina y, probablemente, poco parecido a esa especie endémica de México. Más grande, inteligente y capaz de asociar fácilmente las cosas con su nombre. Solo vivió en una zona del Alto Orinoco. Pero acabaron pronto con él, ya que generaba mucho beneficio en las fiestas, las ferias y los circos. Era capaz de pedir alimentos, contar objetos, reconocer formas y colores... todo ello con muy poco adiestramiento. Y eso fue lo que lo llevó a la extinción en aquel momento. Si es cierto que Isidoro se ha reencarnado en ese tipo de loro, me dijo Franco que no tardarían mucho en dar con él los traficantes de animales o los taxidermistas.
-Dile, pues, que mantenga todo esto en secreto -recomendó Susi por el bien del loro y del tesoro.