lunes, 12 de diciembre de 2016

36. Por fin encuentran a Martinha en una cárcel de Caracas


Eran las cuatro de la madrugada cuando India y Susi se cansaron de bailar en la fiesta y decidieron irse a la cama. Estaban agotadas del estrés que habían pasado encerradas en el carro, poniendo en riesgo tantas horas sus vidas en medio de la autopista, el escenario preferido por los malandros para cometer los atracos y salir después a toda velocidad.
Por la mañana, India se despertó cuando sonó el celular. Eran las nueve, y Susi siguió durmiendo en la misma cama de India, ajena a las obligaciones que ambas tenían aquel día.  
La operadora de la compañía de alquiler habló por el altavoz con mucha educación y amabilidad. Seguro que ya sabía que podía caerle un chaparrón.
-Buenos días. Le llamamos para avisar que hemos enviado otro vehículo de la empresa que sustituya al averiado. El chofer ya está en el lugar que indicaron con las llaves, pero allí no encontró a nadie.
India le reclamó muy molesta, y le dijo que habían tenido que irse caminando a pedir ayuda a un pueblo cercano. Le dio la dirección de la casa y ni siquiera se despidió antes de colgar el teléfono.
Después despertó a Susi haciéndole cosquillas en la cintura.

-Levántate y apura, perezosa, que ya nos han traído otro carro.
En la casa solo estaban Josefina y sus nietas. Las dos niñas dormían en la otra cama de la habitación. Al ver despiertas a India y Susi, comenzaron a reírse y se escondieron tapando la cabeza con la sábana. Las espiaban por dos pequeñas mirillas para ver cómo se vestían y recogían todo en la pequeña maleta. Las niñas no tendrían más de cinco años, y les hacía gracia ver a las dos mujeres totalmente desnudas, con el culo, las tetas, y los tupidos felpudos al aire.
Se vistieron rápidamente porque alguien golpeó en la puerta de la casa, justo debajo del cuarto que ocupaban. Seguro que era el chofer de la grúa.
El conductor de la compañía venía en el vehículo nuevo, pues ya lo había cambiado por el averiado en la misma autopista.
India tomó las llaves y firmó unos papeles encima del capó. Después, ambas mujeres subieron el equipaje, se montaron en el vehículo y arrancaron nuevamente a Caracas.
Por el camino India le contó a Susi que la cárcel de mujeres a donde iban era un lugar muy feo y peligroso. India nunca había estado ahí, pero tenía conocimiento de las malas condiciones en que se encontraban las detenidas, y también de las peleas que se formaban durante las visitas, por lo que debían tener cuidado y ser muy precavidas.
Cuando llegaron a las inmediaciones de la cárcel, dejaron el carro en un estacionamiento cercano vigilado y se fueron caminando.
Susi se sorprendió mucho al ver la fila que había para entrar al penal. La mayoría de los que esperaban eran mujeres con niños cargadas con bolsas de ropa y comida ya preparada. Con la escasez de alimentos que había en el país, se sabía que las internas pasaban hambre.
Las dos amigas cayeron en la cuenta de que no llevaban nada para Martinha. Compraron una sopa y varias empanadas en un kiosko cercano, y se pusieron en la cola. 

Delante de ellas esperaba también un muchacho que no debía tener más de veinte años. Llevaba una niña agarrada en cada mano y en la espalda una mochila. India y Susi hablaron largo rato con él. Manuel, como así se llamaba, les dijo que su mujer estaba detenida por un robo a mano "armada" cometido con una pistola de juguete. Harta de ver cómo las niñas pasaban hambre, decidió probar suerte en una oficina bancaria. Manuel no se atrevía, y decidieron que lo haría ella porque la condena podría ser menor. Era mujer y tenía dos niñas, un atenuante ante el juez.
Manuel les contó que temió durante el atraco por la vida de su mujer, pero que ahora era mucho peor.
La droga, la extorsión y la violencia estaban a la orden del día en el interior de la prisión de mujeres. Además, dos grupos muy sanguinarios se disputaban con acuchillamientos casi diarios el monopolio del negocio: drogas, alimentos, teléfonos móviles... Se llegaba al extremo, incluso, de amenazar con quitarle a vida a los niños que residían en la cárcel con sus atemorizadas madres, algunas muy jóvenes. 
Luego de esperar tres largas horas en la cola, India y Susi lograron entrar al área de la requisa. 
Una mujer vestida con uniforme de la Guardia Nacional las metió en un cuarto pequeño y les ordenó que dejaran lo que traían sobre la mesa y se desnudaran.
India y Susi se quedaron perplejas. No entendían por qué debían quitarse la ropa.
-Vamos, vamos, que no tengo todo el día -les increpó la mujer.
Las dos amigas se quedaron en sostén y pantaleta.
-¡Les he dicho que se desnuden! -gritó la nerviosa celadora.
India le dijo a Susi que obedeciera, haciéndolo ella también sin volver a rechistar.
-¡Agáchense y salten! ¡Vamos! -les dijo la mujer mientras revisaba las carteras y la bolsa con la comida-. ¿Seguro que no traen droga escondida en la cuchara? -les preguntó.
-No traemos nada -le dijo India-. ¡Esto es un abuso!
-¡O te dejas revisar, o no pasas y te vas de nuevo por donde has venido! -le contestó la mujer.
Susi e India se quedaron quietas mientras la efectivo militar les tocaba la vagina y el ano. Estaban avergonzadas e indignadas.
-Ya pueden vestirse y pasar. Que pase el siguiente -gritó la mujer con cara de mala leche.
El edificio era una construcción prácticamente en ruinas. Las paredes estaban sucias y con la pintura descascarillada. Las reclusas se mezclaban con los visitantes, los niños y las funcionarias de la cárcel, como si de una feria o un mercado se tratara.
Habían varios pabellones con hileras de camas de bloque. Olía mal y el agua escaseaba en los baños. Solo abrían la llave de paso dos veces al día, y las colas eran tan largas como las que se formaban afuera para poder entrar en la prisión.
India y Susi preguntaron a una interna por Martinha Sobrinho, pero no la conocía.
Deambularon por todo el penal más de una hora, hasta que, finalmente, India la reconoció.
-¡Martinha! -gritó India.
-¡Amiga! ¿Qué haces aquí? -le respondió la triste y delgada mujer.
-Te hemos estado buscando en Isla Perlas, pero nos dijeron que te habían detenido y trasladado aquí, así que vinimos a verte. ¡Qué alegría saber que estás bien! -le dijo India con lágrimas en los ojos mientras la abrazaba.