miércoles, 24 de agosto de 2016

3. Supervivientes




-Cuánto siento que haya muerto tu marido, Susi. Debió ser terrible para ti.
-Lo he superado. Y no han quedado heridas. De ningún tipo. Solamente recuerdos y una imagen imborrable durante el resto de mi vida.
-Me alegro, porque no es lo que generalmente ocurre. El duelo suele ser largo y difícil.
-La primera fase de ese proceso es de un año, pero ahora no quiero hablar de ello. Prefiero interrogarte.
Tú eres una superviviente. Y yo también. ¿En qué nos diferenciamos?
-No entiendo tu pregunta. ¿Querrías explicármela mejor?
-Tú has sobrevivido a un intento de suicidio. Si no hubiera sido así, tu marido o familiares más allegados serían supervivientes, los que quedan vivos después de un naufragio, culpables, irresponsables por no haberlo evitado, apestados...
-¡Ah!, entiendo.
-Te voy a hacer una pregunta, India.
-Dime.
-No la respondas si no quieres -aconsejó Susi.
-De acuerdo.
-Al abrir de nuevo los ojos y recuperar la consciencia, ¿qué pensabas, qué sentías, o qué deseabas?
-Fueron como flashes. La consciencia volvía y se iba de nuevo. No recordaba nada de lo que había sucedido. Todavía hoy no recuerdo algunos instantes de cuando desperté definitivamente.
-¿Que ocurrió en ese momento?
-Recuerdo que quería no volverme a dormir porque cada vez que perdía la consciencia en el baño, me caía y no podía levantarme. No quería estar así. Quería despertar, pero no podía.
-Quizás no planteo bien las cosas. ¿Te sentías culpable o avergonzada? ¿Querías seguir viviendo o querías seguir muerta, es decir, sobremorir? ¿Después de sobrevivir, te apetecía más sobremorir? 
¿Qué ha pasado? ¿Por qué no contestas? -pregunta Susi de repente.
-Es la batería -respondió India al otro lado del inmenso océano-.
Cambié la batería y ésta que puse está baja de carga. Seguiremos hasta que te diga -avisó India por si se interrumpía la comunicación.
-Tienes que comprar un cargador o una batería nuevos.
-Déjame que haga el intento de responderte con la batería que me queda. 
No me sentía ni culpable ni avergonzada. Quería seguir viviendo. De hecho, fui al siquiatra para que me ayudara. Quería seguir viviendo después de querer morir. Acepté que Dios no quiso que muriera.
-Batería muy baja -avisó nuevamente India-. Esto puede cortarse.
-¿Pusiste en manos de Dios tu vida?
-No, yo no quería vivir más. Lo que Dios decidió fue asunto suyo.
-¿Quizás fui yo la que no te dejó morir?
-¿Por qué dices eso? -contestó India con una nueva pregunta.
-No sé... la capacidad de la mente es a veces extraordinaria.
-Creo que eso no estaba en tus manos. Más bien fui yo quien lo planificó mal. Tal vez, en el fondo, no quería morir.
-¿Lo planificaste mal inconscientemente para no morir?
-Exacto -respondió India. Hasta se lo dije a una amiga, y ella alertó a mi hermana, que no sabía por qué dormía tanto.
-¿Anunciaste la hora a tu amiga?
-¿Sí. Justo antes se lo dije por teléfono?
-¿Cuántas pastillas tomaste?
-Treinta, dijo India sin titubear ni un momento.
-Las contaste -dijo Susi.
-Sí, una a una. Se puede tomar una dosis de 2 mg al día, y yo tomé 60 -volvió a confesar India-. Hay una dosis letal, pero no la preparé.
-Sobreviviste de milagro.
-Sí -respondió India.
-¿No se te pasó por la cabeza pedir ayuda antes de hacerlo? -preguntó Susi.
-No.
-Pero tenías a quién pedirla.
-Sí -afirmó India.
-¿Por qué no lo hiciste? insistió Susi.
-Porque quería olvidarme de todo -dijo India. 
Después de sobrevivir quería vivir y busqué ayuda. Por eso estoy aquí hospitalizada.
Pero no sé cómo voy a resolver todos los problemas que tengo para mantener mi calidad de vida dentro de límites razonables, sobre todo lo que se refiere a tener un motivo por el cual luchar.
Siempre he sido servidora pública, es mi vocación, servir a los demás, pero siento que ya no tengo fuerzas ni medios para seguir haciéndolo. La vida ha perdido mucho del sentido que antes tenía, que era ayudar a la gente. Ya no me puedo ayudar ni a mí misma.
-Ayudarte a ti misma es como ayudar a los demás. Si te ayudas, no lo tendrá que hacer otra persona por ti. España será pronto un país anciano, con mucha gente que no podrá ayudar ni ayudarse. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Los gaseamos en las cámaras? La vida es así.
-Sí, claro. Pero yo todavía soy joven.
-Mejor me lo pones -dijo Susi.
-Tal vez se trate de aceptar que la vida es así y que debo buscar las oportunidades de seguir sirviendo a los demás.
-Yo no quiero convencerte de que vivimos en un paraíso. Todo lo contrario. Esto es a veces un calvario. Pero no tenemos muchas más opciones.
-Sí, tienes razón.
-Ya que la vida se trata de un segundo nada más, ¿por qué agotarlo antes de tiempo?
-No es tan sencillo tener más ganas de estar muerta que viva. Todo se va juntando.
Yo opino que llega un momento en que es más el agotamiento y el cansancio que las ganas de vivir frente a un panorama desalentador. 
¿Y por qué crees tú que tu marido "logró" suicidarse? ¿Qué lo llevó a eso?
-Digo "logró" porque no sobrevivió. Las causas no me preocupan, pues tampoco nadie indaga por qué el cáncer acaba con la vida de una persona, el cáncer o un accidente de tráfico, como tú misma has dicho hace tan solo un rato.  
Solo sé que estaba enfermo, muy enfermo. Mira si estaría pachucho de la cabeza que, con tan solo veinte años, ya estaba cansado de respirar y no quería vivir más.
Hizo todo lo contrario a una pequeña flor del campo. Esta, aun sabiendo que va a ser muy efímera, lucha como puede entre las otras hierbas, o incluso en medio de mucha más maleza.
Obró al revés de como lo hace un pequeño riachuelo abastecido por el deshielo al entrar la primavera. 
No copió del cervatillo que lucha por mantenerse con vida después de haberse perdido...
Lo quería mucho...