martes, 22 de noviembre de 2016

26. Viaje a Isla Perlas y la primera noche con Almir


Una vez instalada en la casa de India, ella y Susi pasaron muchas horas conversando sobre Almir, la historia del bisabuelo de India y de los ancestros yanomami de Susi.
Se dieron cuenta de que necesitaban toda la información posible para localizar los restos de su amado en Brasil, en el supuesto caso de que hubiera fallecido, y la única persona que podía darles datos precisos era Martinha, una de las tres hermanas de Almir, quien vivió en Isla Perlas.
Debían viajar hasta allá para intentar localizarla.
Irían en un carro alquilado que les llevaría a Puerto San Juan donde abordarían el ferry de las seis.
Antes reservarían una hermosa cabaña frente al mar en la Posada Los Corales, en Playa Luna, donde podrían disfrutar de la naturaleza con seguridad, gracias a que tendrían vigilancia privada.
Era un hecho que la isla había cambiado mucho desde hacía más de treinta años, cuando Almir e India vivieron allí. Ahora, había tanta delincuencia en ella como en el resto del país.
El trayecto por tierra les llevaría seis horas de camino, si no encontraban colas. Sin embargo, por mucho que se retrasaran, no tendrían suficiente tiempo para conversar sobre todo lo que querían contarse una a la otra.
Transcurridos cinco días desde su llegada a Venezuela, ya acostumbrada al nuevo horario, Susi deseaba viajar lo antes posible a Isla Perlas. Empacó solo lo que necesitaría para andar cómoda en un lugar donde la temperatura puede llegar hasta los 43 grados centígrados, y se marcharon juntas en un discreto vehículo casi nuevo, con aire acondicionado.
India conducía muy bien, y lo hacía segura y confiada.
-¿Desde cuándo no viajas a Isla Perlas? - quiso saber Susi.
-Hace varios años que no voy, pero sigo manteniendo contacto con algunos de mis amigos de la universidad. Yubirí, una buena amiga, vive allá todavía. Se casó con el profesor de matemáticas y tienen dos hijas. Ella conoce muy bien el ambiente de la isla porque trabaja como relacionista pública de uno de los mejores hoteles de la ciudad de Perlamar, la capital de la provincia.
India también le contó a Susi cuando iban por el camino, que ya había logrado comunicarse con su amiga Yubirí, y le pidió que ubicara a Martinha. Ambas se habían conocido hacía muchos años por intermedio de India, y con seguridad lograría encontrarla.
De pronto, cuando iban por la autopista llena de baches, encontraron el tráfico detenido. Pasaron los seguros de las puertas y siguieron conversando, esta vez sobre Almir.
-India, ¿cómo se podían comunicar entre ustedes si Almir hablaba brasileño y tú español?
-Ya Almir había aprendido algo de español, pues no es tan difícil, y además se empeñó en enseñarme brasileño. Sin embargo, pasados tantos años, es poco lo que logro recordar. Decía que parecía bahiana, del nordeste del Brasil, por mi manera de hablar. Aunque considero que el lenguaje más hermoso que no necesita traducción es el del amor verdadero, y ese ya lo hablábamos ambos cuando nos enamoramos.
-Cuéntame cómo fue la primera vez que estuvisteis juntos en la cama, India.
-Fue una noche muy especial. El día anterior habíamos ido a la playa con el grupo de los amigos brasileños de Almir para viajar en bote hasta unos islotes que están muy cerca de la isla, pero el mar estaba muy picado.
Cuando abordamos y partimos, la pequeña embarcación se ladeaba de allá para acá, y caía con fuerza entre ola y ola.
En una de esas, la hijita de una de las parejas se soltó de los brazos de Almir, quien la sujetaba, se golpeó fuerte contra el borde de madera del bote, y comenzó a llorar. Se le inflamó la frente, donde se había golpeado, y decidimos devolvernos y cancelar el viaje.
Cuando desembarcamos, nos quedamos a disfrutar el día en una playa cercana. Almir se fue a dar un paseo a pie y no lo volví a ver hasta la noche.
Estaba apenado con sus amigos por lo que había pasado con la niña. Ellos no aceptaban que Almir se sintiera responsable, y la única manera de convencerlos de que lo perdonaran fue que aceptáramos una invitación a cenar en su casa al día siguiente.
Y allí estábamos a la hora fijada.
La casa era una especie de cabaña situada en una loma desde donde se divisaba el mar.
En la noche la luna se veía reflejada sobre las olas y el agua brillaba.
Cenamos todos a la luz de las velas un delicioso estofado de pescado con vegetales.
Luego de acostar a la niña accidentada, nos sentamos en el balcón a disfrutar de la vista y la brisa nocturnas tomando caipiriñas, una bebida brasileña a base de cachaza de caña, azúcar y limón.
Estábamos todos sobre la gran alfombra del balcón y unos cojines grandes que hacían las veces de los muebles. Habían velas encendidas a nuestro alrededor.
Ya la pareja de amigos se había ido a su habitación y nos invitaron a quedarnos en el cuarto de huéspedes. Permanecimos un rato más en el exterior, donde sonaba una música sensual y melodiosa, creándose así un ambiente propicio para que nos abrazáramos con cariño y ternura.
Pero, de pronto, Amir se tuvo que levantar a cambiar la música, y al regresar nos abrazamos nuevamente y no pudimos evitar besarnos.
Fueron muchos besos, como si supiéramos que nos íbamos a separar pronto y no quisiéramos desperdiciar ni  un solo segundo. Besos delicados y tiernos que fueron convirtiéndose poco a poco en deseo.
Nos fuimos a la habitación. La luz de la luna entraba por la ventana y lo iluminaba todo de forma tenue. Y comenzó un baile amoroso y sutil mientras nos quitábamos la ropa el uno al otro, sin prisa. Teníamos toda la noche para los dos.
Ya desnudos, Almir acariciaba todo mi cuerpo, y yo también le  acariciaba su piel en medio de la penunbra. Después, me cogió en brazos y me acostó sobre la cama y seguimos haciendo el amor... hasta que mi cuerpo y su miembro alcanzaron todo su esplendor.
-India, ¡qué noche más romántica! -le dijo Susi con sincera admiración.
-¡Almir era tan gentil, amoroso y tierno! Creo que nunca he conocido a nadie igual -le contestó India a Susi con lágrimas en los ojos.
Lo que más recordaba India de Almir cuando hacían el amor, es que decía cada poco: "¡Qué bom! ¡Qué bom!"