jueves, 2 de marzo de 2017

51. Una noche horrible de verdad


Faltaban pocos minutos para que se apagara la vela y las dos mujeres se acostaron juntas porque Susi ya estaba temblando de miedo.
Susi no le quiso contar a India que en el gran armario empotrado de la estancia había unas escaleras estrechas que subían al desván. Las vió antes de acostarse, mientras fisgoneaba, porque, la verdad, no necesitaban el ropero para nada desde que tuvieron que abandonar todo su equipaje en el vehículo alquilado.
El descubrimiento de Susi significaba que estarían toda la noche a merced de cualquier horrible ser que viviera en los bajos y sobre ellas.
Susi pensaba que los fantasmas o los animales del sótano podían tener un origen marino, debido a que el edificio estaba asentado sobre terreno calizo, y en ese tipo de suelo puede haber también cuevas o simas conectadas con el mar. Además, la habitación tenía un pulpo labrado en los cuarterones de la puerta, cosa que le hizo desconfiar mucho más.
La llama de la vela, por fin, se estaba ahogando en su propio vómito mientras se desintegraba el último milímetro de la mecha.
-¿Sabías, India, que hay personas que interpretan la forma en que arde una vela?
-Sí. Extraño sería que no hubiera algún nicho de negocio sin explotar en este mundo -respondió India de forma irónica.
Una vez que la mortecina luz desapareció, ya nada podían hacer las dos mujeres para ver.
Las pilas de la linterna se habían agotado la noche que durmieron en la selva, y las normas del hotel eran muy estrictas: no habría energía eléctrica hasta el amanecer.
La oscuridad era total porque Susi quiso cerrar la única y pequeña ventana de la amplia habitación para no escuchar el rumor de las olas. Exceptuando la música de una fiesta lejana, el murmullo de los pasillos de un hospital, y alguna situación más; a Susi la ponían de los nervios los ronquidos, los tic tac de los relojes, el goteo de los grifos, el romper de las olas y el ruido de las aguas cercanas de un río cuando intentaba dormir.
Al poco de apagarse la vela, Susi buscó una mano de India con la suya, y se arrimó un poquito más. Las dos estaban cara arriba y los primeros segundos se hicieron eternos. El humo desprendido por la vela, fruto de su agonía final, impregnó el ambiente de un olor característico que pronto desapareció diluido en la atmósfera de la habitación.
-¿Quieres vivir el doble, el triple o mucho más aun? -le preguntó Susi a India.
-No entiendo por qué me preguntas eso ahora. -le increpó India.
-Si cuentas segundos vivirás miles de años, pero hay un pequeño problema.
-¿Cuál? -quiso saber India.
-Solo podrás dedicarte a eso; únicamente a contar segundos. En lo que dejes de hacerlo, volverá a volar el tiempo.
-¡Ah! Ya veo.
-No puedes ver. Estamos a oscuras, ¡jajaja!
-Quiero decir que "ya entiendo" -aclaró India dándole un golpecito con un codo a su amiga en el muslo.
-¿El tiempo existe? -preguntó Susi.
-Sí, pero es relativo -contestó India.
-¿Y qué pruebas tienes de ello? Nadie envejece porque pasa el tiempo, sino porque pasan cosas.
-Claro que envejecemos con el paso del tiempo.
-No. Envejecemos porque se gastan las piezas de nuestros cuerpos. De ahí el futuro de los trasplantes y la robótica. Cuando la mente y la consciencia de una persona puedan vivir dentro de una máquina, seremos eternos. No pasará el tiempo. 
¿Tú puedes tocar el tiempo?
-No -contestó India.
-¿Lo puedes meter en una jaula o una botella?
-No -repitió de nuevo.
-¿Entonces? Las manillas de un reloj se mueven, pero no porque exista el tiempo... 
¿Has escuchado? -preguntó Susi.
-¿Qué cosa?
-Alguien está pisando en las tablas del techo. Me ha caído polvo en la cara que se ha colado por las juntas. Ello significa que el ruído no es fruto de mi imaginación.
-No escucho nada. Recuerda que estoy medio sorda y que no existe diferencia alguna entre un sonido o una sensación irreal sobre la piel de tu cara.
-¿Lo escuchas ahora? -insistió Susi.
-No -repitió India de nuevo.
-¿Sabías que hay unas escaleras en la habitación que suben al piso de arriba?
-No sabía. ¿Dónde están? -preguntó India.
-No te lo dije para no asustarte. Arrancan en el interior del armario empotrado. Son muy estrechas pero por ellas pasa bien un bicho grande o una persona muy corpulenta.
India... alguien está caminando encima de nosotras. Me ha caído polvo otra vez en los ojos.  ¿De verdad que tú no escuchas nada?
-Nada de nada -dijo India.
-¡Estás más sorda que una tapia! Alguien camina en el desván, y ahora lo hace sin ningún sigilo.
-No te preocupes, es para asustarnos -le dijo India a Susi.
- Claro que es para intimidarnos. 
¿Nos podemos tapar con la sábana?
-Hace mucho calor, Susi. Contrólate un poco que me pones nerviosa.
-Tengo que taparme para protegerme. ¿Tú no tienes miedo? -preguntó Susi muy asustada.
-No. La sábana no nos protegerá de nada.
-La avestruz se protege escondiendo su cabeza. ¿No es cierto?
-Eso no la protege -argumentó India.
-Sí que la protege del miedo, como a mí la sábana.
-Te irá mejor si te tranquilizas.
-La sábana por lo menos me protegerá la nuca o la espalda de su aliento. Puede ser un violador, un asesino, un vampiro, un okupacerebros...
India aceptó al final taparse con la sábana, pero le advirtió a Susi que no se fuera a tirar un pedo.
-Con el miedo que tengo puedo hacer cualquier cosa sin querer, así que no me lo tomes a mal, eh. Me puedo hacer caca, pis o escapárseme una chufa.
-¡Ay, Susi! Por favor, contrólate. ¿No dices que eres una gran aventurera?
-Recuerda que este hotel es único en el mundo. Por algo tiene fama. Alguien baja por las escaleras. Estoy contando los escalones, uno a uno...
-¿Pero has leído que algún huésped haya muerto? -le preguntó Susi.
-Ya te conté lo que pasó con sus antiguos propietarios.
-Sí, pero esa es otra historia.
-Alguno se ha muerto del susto
. Pero no se responsabilizan de ello, porque todo el mundo sabe que viene a pasar horror y pánico.
-Yo no he venido a pasar miedo.
-¿No tienes miedo? 
Nueve escalones, India, nueve.
-No tengo miedo. No pasa nada, Susi, cálmate de una vez y no te comportes como una niña.
-Lo que haya bajado por las escaleras está dentro del armario empotrado. ¡Me muero, India!
-No tengas miedo, Susi. No va a pasarte nada. Estoy aquí contigo.
-¡Abrázame, por Dios! ¡Ahhhhh! ¡Está abriendo la puerta y saldrá del armario! 

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